vogue91

Personaje(s): Izumi Reiji, Takayama Mikiya
Pairing: Izumi/Mikiya
Rating: R

Y líbranos del mal

Izumi sentía las lágrimas correr en su cara.

Lloraba, y no tenía éxito de parar.

Sentía el cuerpo de Mikiya bajo el suyo, lo sentía ardiente, estrecho, lo envolvía en un agarre que aumentaba su excitación.

Habría querido poderlo disfrutar.

De verdad, lo quería.

Pero a cada empuje dentro el cuerpo del menor, afloraban los recuerdos.

Las mismas manos en tus caderas, ese jadeo en tu oreja, esos gemidos ascosos, y la náusea que tienes que retener, si no quieres que te hirieran más, que traten de durar más tiempo, solo porque verte llorar y sufrir está divertido.

Otro empuje, otro gemido, y Reiji no podía evitar de sentir esa sensación de dominio fluir en sus venas.

Se sentía bien siendo en control, y pensaba de haber simplemente desperdiciado esos años buscando una respuesta, tratando de aceptar lo que había pasado, cuando la solución siempre había sido a mano.

Ya no había tenido sexo con un hombre.

Tenía miedo de sentir esas manos de vuelta sobre sí mismo, tenía miedo de perder el control.

Tenía miedo de esas lágrimas, pero ahora que las sentía en su cara pensó que finalmente pusiera ser libre.

Que pusiera exorcizar los demonios de su pasado, que habían manchado con su sombra toda su vida, hasta ese momento.

Y después, había llegado Mikiya.

Hermoso. Ingenuo. Con ese aire desconsiderado que era toda una máscara, mientras a él solo comunicaba la sensación de un muchacho crecido demasiado rápido, de alguien que aún no había entendido todo el mal que lo rodeaba.

Y Izumi recordaba de haber sido un poco como él, un tiempo.

Ha empezado con toques ligeros, a menudo inapropiados, en tu cuerpo.

Y tú no entendías, no podías imaginar.

La primera vez que pasó, pero, pronto has tenido sentido del peligro que se acercaba, ¿verdad, Reiji?

Has sentido sus manos y sus bocas ensuciarte, has sentido sus cuerpos moverse dentro del tuyo, y todas las malditas noches te preguntabas que fuera que los movía hacia ti, que fuera que querían, porque siempre los veía rodeados de mujeres, y no entendías de que desahogo sexual necesitaran.

Después, tras meses de ese tratamiento, finalmente has entendido.

No era el sexo. Era tu miedo que necesitaban.

Izumi salió con un gesto brusco del cuerpo de Mikiya.

Se paró por algunos segundos, recuperando el aliento.

Después tomó su erección, empezando a mover su mano rápida, hasta que no llegó a su límite y se acercó al menor, para correrse en su viso y su cuello.

Ensuciándolo, como habían ensuciado a él.

Manchándolo, como él aún se sentía manchado.

Se quedó mirándolo por segundos que le parecían infinitos, y las lágrimas en fin dejaron lugar a una sonrisa.

Se había ido.

El dolor había desaparecido.

Estaba como si ahora ese peso tenía que ser llevado por Takayama, como si de ahora en adelante fuera solo él que tenía que vivir con esas sombras y esos recuerdos, y esa sensación de sucio y ese dolor.

Sonrió, sintiéndose feliz por la primera vez después de años.

Mientras se vestía, echó miradas fugaces al chico, aún atado a la cama, los ojos húmedos de esas lágrimas que un tiempo habían sido suyas.

“¿Por qué, Reiji?” solo le preguntó, en un murmurio ronco, con el asco en su cara, y cada expresión recordaba a Izumi de lo que él había sido.

Cogió los hombros, sin probar compasión por él y por lo que le había apenas hecho.

“Porque ahora mis demonios son finalmente tuyos, Miki.” le respondió.

Tras lo desató y salió de la habitación, sin mirar atrás.

No estaba preocupado. Sabía que Mikiya no iba a tratar formas de rebelión, sabía que no iba a hablar de lo que había pasado.

Ninguno lo hacía.

Al final, esas eran las reglas.

Estaba así que la presa se hacía cazador. Solo por una pura cuestión de sobrevivencia.